¿Debemos menospreciar los éxitos profesionales de un individuo sólo por el hecho de que sea gilipollas, como tantos y tantos altos ejecutivos? ¿No es más bien ese afán de superación digno de admiración?
Lo triste, amigas y amigos, es ser gilipollas y no intentar ascender; eso sí que es ser un verdadero gilipollas.
A todas y a todos, siempre, gracias.