¿Debemos menospreciar los éxitos profesionales de un individuo sólo por el hecho de que sea gilipollas, como tantos y tantos altos ejecutivos? ¿No es más bien ese afán de superación digno de admiración?
Lo triste, amigas y amigos, es ser gilipollas y no intentar ascender; eso sí que es ser un verdadero gilipollas.
A todas y a todos, siempre, gracias.
Ser o no ser... gilipollas!
ResponderEliminarPerdón por la broma, John, pero tienes razón: el espíritu de superación es un valor a tener en cuenta.
Un beso
Pero John... si alguien es un incompetente, no merece estar en según qué puestos, por mucha superaciónm que le pongas!
ResponderEliminarJohn, soy alto ejecutivo y... no me tengo por gilipollas. No generalices, por favor, o acabaremos las amistades...
ResponderEliminarUn abrazo a pesar de todo
Amigo tienes toda la razón:nada debe frenar a un gilipollas, y menos su gilipollismo!
ResponderEliminarSaludos!
Señor Hall, me siento un poco violenta tratando un tema con una palabra tan soez. Si me lo permite, regresaré a comentarle en su próxima entrada. Perdón por mi exceso de sensibilidad.
ResponderEliminarUn saludo
Pues mira, a mí no me importa aguantar a un gilipollas en el trabajo. Donde no los soporto es en la cama, ja, ja, ja!
ResponderEliminarBesitos pícaros
Hola señor John Hall...vaya nunca había pasado por aquí...recuerdos a tu creadora.
ResponderEliminarser gilipollas va con el ser ejecutivo, y a más ascenso más gilipollas..
ResponderEliminarBueno, se trata de seguir la máxima "sé tú mismo, aunque seas un gilipollas", ¿no es así?
ResponderEliminarRealmente inspirador. Un tonto con un propósito puede lograr más que muchos inteligentes que no saben qué hacer. ¿La experiencia habla? La mía, tal vez.
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